Siempre creí que eso de que «no es lo mismo verlo en fotos que estar presente» es algo exagerado. Ayer me comí mis palabras. Y por si no fuera suficiente, tras entrar en el museo y comprender todo lo que hay ahí detrás he quedado todavía más fascinado. La Sagrada Familia es una virguería arquitectónica, un desafío a la física, un instrumento musical y un bosque que no pertenece a este mundo. Y por si fuera poco, es extremadamente bella.